Enjoyment

Hablemos de “Las niñas bien”

15 marzo 2019

Hablemos de “Las niñas bien”

Un profesor en la carrera de Literatura nos dijo que la empatía es el principal motor en cualquier historia, desde pensar que eso te podría pasar a ti, o con lo más básico (aunque complicado), las emociones humanas.

El problema del personaje no tiene que ser grandilocuente para lograr empatía, sino tiene que trasminar dentro de ti y hasta la situación más nimia, si se logra empotrar en este concepto abstracto, puede hacer sentir y comprender al espectador o lector.

Es por eso que podemos sentir empatía por un asesino, por un superhéroe, o una máquina con sentimientos, todo depende del ojo que lo delimite y le dé vida.

En este contexto actual, un país polarizado y enardecido por rencores de antaño y con películas multipremiadas que ponen en el centro a los eternamente invisibles, es como hemos puesto en conversación al elefante en la habitación, México es clasista hasta la médula.

Los grandes éxitos taquilleros que satirizan a los ricos son sólo muestra de este rencor, creando el cliché máximo de los ricos malos y superficiales y de los pobres buenos y de gran corazón. Una idea que no sólo se ha llevado al cine, sino cada telenovela televisiva tiene la misma fórmula. Muchas tramas presentan esta pequeña venganza idealizada de ricos vs pobres.

Dentro de esta dicotomía en que la mayoría entramos en el segundo grupo, es complicado que podamos encontrar empatía en nuestros eternos enemigos, sobre todo si nos encanta burlarnos de ellos y sus desgracias. Por tanto, es casi un respiro de paradigmas la nueva película de Alejandra Márquez Abella, Las niñas bien (2019).

Ambientada en los ochenta y basada en los personajes del libro homónimo de la escritora Guadalupe Loaeza, una niña bien que decidió ventilar la verdad detrás de la vida de las princesas mexicanas, la película de 2019 está muy lejos de lo que podría suponer el título, así como de la facilidad para crear una sátira como tantas hay en el mercado.

La realidad es que Las niñas bien nos mete de lleno a la vida de estas mujeres, que en palabras de Loaeza “conjugan el verbo aguantar en todos los tiempos” y más allá de ver un retrato superfluo (como el que nos imaginamos), crea una exploración desoladora y contundente de lo que significó ser mujer de alta alcurnia en un México que se caía a pedazos.

Claro que todos podemos tener una idea de estas vidas basadas en pretender, nunca mostrar y sobre todo en el caso de las mujeres, nunca tener poder aunque se esté en la clase social que maneja al país; pero gracias a los referentes que tenemos por la televisión y el cine, nunca podemos sentir pena por ellos.

Algo similar ocurrió con Roma, la ya tan manoseada película de Alfonso Cuarón, donde muchas personas hablaron de lo bien que los patrones trataron a Cleo, cuando ese trato es lo más normalizado en México, pero los referentes visuales siempre dictan que las personas con trabajadoras domésticas son dictadores despiadados. La verdad es que la crítica es aún más sutil, ya que esa línea que divide a las clases lo es por normalizada.

Así pues, en esta película estelarizada por Ilse Salas, quien da vida al alter ego de Loaeza, Sofía, podemos conocer y empatizar con la vida de las niñas bien, con grandes encuadres, primeros planos y una cámara que se va volviendo más y más cruda conforme la realidad se les viene encima a Sofía, es que el espectador termina por entenderla.

No es que Sofía sea superflua, sino es víctima del contexto donde creció, donde por default las mujeres tienen un deber ser más inherente que el de un samurái japonés:

Si por circunstancias ajenas a ella (ya sea una crisis económica o un marido niño de papi que nunca aprendió a valerse por sí mismo) o por deslices propios, su mundo de princesas, lo único que tiene y que le enseñaron que tendrá por su calidad de mujer, se ve destrozado frente a sus ojos, no tienen la escapatoria de un samurái que perdió el honor, ellas lo único que pueden hacer es sonreír y evadir lo más que puedan.

La vida de las clases altas se basa en las sutilezas, nunca hay grandes revuelos, ni sentimientos exacerbados que derraman melodrama, porque hacer eso es de personas nacas, lo que decanta en una gran dificultad para el actuar de estos personajes. Así que sin lugar a dudas, la actuación estelar de Ilse Salas se lleva los aplausos de pie, la cual ya fue reconocida en el 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, con un Coral por la Mejor actuación femenina.

Y es que la actriz supo llevar esas sutilezas hasta el extremo asfixiante que la vida de Sofía requería, vivir de la soberbia que funciona como escudo frente a los embates de chismes, nuevos ricos y la quiebra inminente. Sólo podemos intuir lo que siente, la desesperación que se va albergando en ella, para decantar en un eres un pendejo, el único reproche que puede otorgarle a su esposo.

Claro que la conclusión, puede dar una especie de alivio al espectador que ha estado cargando con todo lo no dicho por Sofía. Una pequeña liberación en esa jaula de oro llena de ropa del extranjero y bolsas de diseñador.

En definitiva una grata sorpresa para el cine mexicano comercial, el cual está repleto hasta el hartazgo de clichés y comedias, este tipo de películas son las que nos muestra la luz al final del camino. Un gran filme que tiene, desde la creación de un México ochentero, pasando por la increíble fotografía de Dariela Ludlow, un guion sutil y contundente, para finalizar en actuaciones verosímiles y poderosas.

La vida de Sofía de Las niñas bien, así como la de la señora Sofi (curioso paralelismo) y Cleo de Roma, es de soledad y machismo, en palabras del personaje de Marina de Tavira: “No importa lo que te digan, siempre estamos solas”.

El 22 de marzo es su estreno en México, no dejes de ver esta gran película.

 

Escrita por:

Nora Morales

15 marzo 2019

Compártelo en tus redes: