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Lorena Dromundo, la emancipación de la velocidad

18 febrero 2019

Lorena Dromundo, la emancipación de la velocidad

Esta semana se otorgan los Premios Óscar, pero afirmo que si las aventuras cinematográficas no detonan la reflexión ni cuestionan al espectador, difícilmente trascenderán el espectáculo o bidimensionalidad de las pantallas. Para sorpresa de nadie, esta idea se replica y refleja en otras experiencias humanas (al fin y al cabo, el cine es producto de éstas y no al revés). Si abrimos bien los ojos y nos concentramos en caprichos reflexivos como el mío, comprobamos que las actividades y aventuras al aire libre amenazan nuestras certezas como poco más, a nuestros límites, la relación con la naturaleza, búsquedas, contextos sociales y nos vuelven los protagonistas de las películas vivenciales más emocionantes. Y cómo no, si son experiencias con profundidad real, es decir, retos imposibles de plasmar totalmente con palabras o en las pantallas. Como cualquier otra aventura, son puertas abiertas a extraños eventos, quizá peligrosos y arriesgados o, incluso, relaciones amorosas no solo ocasionales.

La naturaleza siempre desafía y lo hace más allá del bien y del mal. Nos prueba y mide la adrenalina segregada y la capacidad de supervivencia. Parece temible, pero exige que estemos a la altura de las circunstancias, mejor cada día. Al experimentarla en su esencia o transformada por la actividad económica y social, no solo motiva la reflexión y los cuestionamientos, sino la acción, a lograr objetivos. Por ello sacude, hasta amedrenta y subraya nuestra dependencia a sí misma. Quizá así exhiba nuestra mortalidad. No obstante, la naturaleza tampoco es una deidad ominosa, sino una maestra que, a pesar de nuestra supuesta ínfima importancia –comparada con el armado universal–, nos empuja a protagonizar las más grandes historias universales.

 

 

Se preguntarán por qué me concentro en estas reflexiones. No hay gran misterio, y aunque quizás exagero, lo hago por las noticias, resultados y variantes del Downhill, en específico, tras sorprenderme con la capacidad, logros y grandeza de la mexicana Lorena Dromundo. Y cómo no, si la talentosa ciclista profesional de Downhill, es decir, de descenso libre por la montaña en bicicleta (en el menor tiempo posible y con bicis de velocidades), ha sido una de las mexicanas más triunfadoras en los últimos años, ganando premios internacionales en la disciplina y estableciéndose como un baluarte del empoderamiento femenino y personal. Sin duda, es una película que queremos ver generalizada hacia futuro.

En esta disciplina la competencia contra reloj es personal, como Lorena sabe, quien comenzó a practicar deporte a los once años. Según la información leída en portales de Noticieros Televisa y otros medios, un día después de su entrenamiento de equitación en el Ajusco ella se enamoró del Downhill tras ver a unos jóvenes que practicaban ese deporte. Para esos medios Lorena dijo: “Sí, ha sido complicado entrar en un mundo donde el 99 por ciento sigue dominado por los hombres. Cuando empecé era la única mujer, de hecho yo competía contra hombres. Ahora ya llevamos tres años donde se han ido sumando más mujeres”. La entrevista fue después de que ella explotara en la escena del Downhill como la Campeona Nacional Invicta y Campeona Panamericana (siendo una de las pocas competidoras en la rama), ubicada hoy entre los mejores 15 deportistas de la disciplina a nivel mundial, un gran logro, pero insuficiente para sus metas. Y cómo no, si Lorena persigue una historia de vida real, de esas que motivan aún más que el cine, más tras haber superado graves lesiones para actualmente pelear para llegar a Tokio 2020 como una digna representante mexicana del deporte.

 

 

Desde los doce años de edad compitió en la disciplina que integra trazados naturales y trayectos diseñados. Seguro entiende que la actividad ni siquiera le permite experimentar soledad, obligándola a mantenerse enfocada, motivada y estoica frente a los obstáculos y estímulos externos. Así, a 60 km/h atraviesa la naturaleza y posiblemente ya no evalúa estresante un salto de tierra desde diez pies de altura. Más bien, pienso que recurrirá a una estrategia de enfrentamiento, apoyada por habilidades avanzadas, como en la vida.

Con todo esto Lorena demuestra que los deportes son un dominio el cual le permite reunirse, participar colectivamente y conocer los límites de sus habilidades a sus participantes. Atletas como ella entrenan durante meses para moldear sus mentes y cuerpos, con miras a un futuro siempre desconocido, impredecible pero, como en su disciplina, sin razones para disminuir la velocidad, rendirse o no darlo absolutamente todo. Así, la ciclista ha dominado una actividad en donde el riesgo es latente, con posibles huesos rotos, conmociones cerebrales o hemorragias internas. No es rara una lesión por cada diez ciclistas, luego de alcanzar velocidades que varían de 55-65 km/h en trazos como el de Monte Sainte Anne en Quebec. Pero el trabajo, talento, mentalidad y preparación han hecho que la ciclista mexicana destaque y gane múltiples premios internacionales. El trayecto es duro y debe prepararse fuertemente, pero la manera positiva de reaccionar a los resultados solo depende de sus acciones individuales, similar a cualquier otra circunstancia. Al final, las restricciones son solo subjetivas, se construyen en la mente de cada competidor. Lorena ha decidido superarlas, como las protagonistas de las mejores películas. Como ella le menciona a los medios citados: “Cuando rompes y te atreves a pesar de los miedos, a pesar de las creencias a florecer, a entregarte, a soñar, a ir por tus sueños, resulta ser que transformas la realidad”.

www.facebook.com/LorenaDromundo

Fotografías: Cortesía de Lorena Dromundo
Escrita por:

Salvador Cano

18 febrero 2019

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