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Andre Agassi: El rock and roll del tenis

29 abril 2020

Andre Agassi: El rock and roll del tenis

Ídolos van y vienen en el béisbol, futbol americano, basquetbol y, por supuesto, en el futbol, pero sólo pocos han conquistado el corazón de los aficionados al deporte blanco. Andre Agassi lo hizo.  

El tenista estrella de finales de los 80 y principios de los 90, conocido como “El Niño de Las Vegas”, cumple este miércoles 50 años. Medio siglo de una vida dedicada al tenis, un deporte que él mismo confesó que odiaba desde que su padre colocó una raqueta en sus manos cuando tenía dos años. 

“Juego al tenis para ganarme la vida, aunque odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado”. El autor de esta sorprendente declaración es el propio Agassi. 

Lo dice en la primera página de sus memorias, Open: Memorias, escritas por el premio Pulitzer J.R. Moehringer. Siendo un bebé, le pusieron una raqueta de juguete en la mano. Desde entonces, Agassi no hizo otra cosa que golpear pelotas de tenis durante 35 años. Su padre, obsesionado en convertirlo en un astro del deporte, construyó una máquina (el dragón) que disparaba 2.500 pelotas al día contra el pequeño Andre. 

Te preguntarás a qué nos referimos con “el dragón”, estamos seguros que en tu infancia tuviste a tu propio “dragón”. Para Agassi significaba el símbolo de la derrota y del miedo en su juventud, no era más que una máquina lanza pelotas de color negro, con imponentes ruedas de goma gastada en los laterales y la marca Prince grabada con letras de imprenta blanca en la base. Cualquier individuo con unos conocimientos básicos en tenis la juzgaría, a simple vista, como una simple máquina de entrenamiento. André, no obstante, la concebía como un ser vivo recién salido de uno de sus cómics; capaz de presentar voluntad propia, un cerebro malvado, corazón oscuro como la noche y una voz tan profunda como la de Barry White.  

No importaba si los cometas eran expulsados a izquierda o derecha. Si iban ajustados a la línea de fondo o si, por el contrario, acampaban cerca de la red. El ruido que originaba al expulsar los proyectiles helaba hasta la sangre del personaje más beligerante de Las Vegas. No así la de su padre, el rudo Mike Agassi, que experimentaba un cálido sentimiento de autosatisfacción con cada zumbido fantasmagórico que producía el “dragón”.  

Open: Memorias es la semblanza a corazón abierto de André Agassi, en las que muestra tal como es: un hombre que debió enfrentarse a las presiones de su familia, de la fama, pero que siempre conservó el valor de la amistad y un sentido altruista de la vida. Agassi revela, con sentido del humor y ternura, una vida definida por la contradicción entre un destino impuesto y el anhelo por complacer a quienes lo han sacrificado todo por él. 

El nativo de Las Vegas debutó en 1986, en calidad de niño prodigio, apenas con 16 años de edad, para jugar el US Open, donde se coronaría en un par de ocasiones. 

En sus 21 años de carrera conquistó 60 torneos, fue campeón olímpico en Atlanta 1996 y ganó los cuatro títulos del Grand Slam para sumar un total de ocho: Wimbledon (1992), Abierto de Estados Unidos (1994 y 1999), Abierto de Australia (1995, 2000, 2001, 2003), y Roland Garros (1999). 

Aunque los niños lo adoraban, Agassi nunca se sintió querido por el gran público estadounidense que en mayor medida dedicaba su amor a Pete Sampras, con quien rivalizó en sus mejores momentos.  

De esta manera recordamos la trayectoria del dueño de un look desalineado, con una larga y rocanrolera cabellera, claro, esto solo en sus inicios antes de sufrir en un duelazo contra la alopecia. El deportista de los pasitos cortos, el extravagante jugador que usaba short de mezclilla para saltar a la cancha, quien disputó con peluca varios partidos y que incluso admitió que había tomado metanfetamina, disputó su último partido en aquel US Open de 2006 ante el alemán Benjamin Becker cuando tenía 36 años. 

 

Foto: https://www.facebook.com/pg/AgassiFoundation/.
Escrita por:

Iván González

29 abril 2020

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