Slow Art y la noción acelerada del tiempo
16 enero 2019

La modernidad tiene muchas aristas que determinan al individuo, de igual manera que a la sociedad. Ejemplos hay como la individualización, la racionalización o la domesticación; pero un concepto que siempre se ignora es la aceleración.
La aceleración y la escasez de tiempo es una realidad que se vive desde el siglo XVIII, cuando la sociedad comenzó a evolucionar exponencialmente. Simplemente pensemos que hace menos de 15 años los smartphones no existían, y ahora, no concebimos nuestra vida cotidiana sin ellos. La inmediatez se ha vuelto nuestro día a día.
Dentro de este contexto (en el que no podemos soportar que al ver un video nos salte una publicidad de escasos diez segundos sin que nos desesperemos) es que la búsqueda de desaceleración se vuelve una intensa búsqueda, desde el Slow Fashion, Slow Food y ahora, en el Slow Art.
El ir a un museo se ha vuelto otra de las características de bienestar (wealth), incluso de estatus, pero esta experiencia cada vez es más complicada por el simple hecho de que muchas veces se ha incrementado la cantidad de personas que se aglutinan en las salas que exponen las obras. El escenario deja a cada observador mirando las nucas o las pantallas de los celulares de los de enfrente.
Los científicos Jeffrey y Lisa Smith, registraron el tiempo que los asistentes pasaron viendo seis obras de arte en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, su estudio resultó en estos números: “La respuesta equivale a 17 segundos por obra (Smith & Smith, 2001).”
En otros casos, más allá de las multitudes al estilo de La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, somos nosotros los que nos impedimos ver a consciencia una obra de arte, gracias a la cantidad de estímulos que nos bombardean continuamente; los 17 segundos que contabilizaron los Smith, pueden parecer mucho tiempo para nuestra noción del tiempo acelerada.
Es así que nace el concepto de Slow Art Day una propuesta que busca que el visitante de un museo o galería de arte encuentre, por medio de la contemplación, algo nuevo dentro de lo que observa. Ellos lo explican así:
Cuando la gente mira lentamente una obra de arte, hace descubrimientos.
El descubrimiento más importante que hacen es que pueden ver y experimentar el arte sin un experto (o experiencia previa).
Y eso es un descubrimiento emocionante. Desbloquea la pasión y la creatividad y ayuda a crear más amantes del arte.”
Así que esta propuesta, quiere generar espacios en los que la contemplación sea permitida, tanto por el entorno social agitado de los museos, como por nosotros mismos. Trata de dejar de lado la concepción de que la aceleración es inherente a la modernidad.
El concepto del Slow Art no sólo atañe a los visitantes, sino de igual manera a los artistas. Las esferas culturales se han comercializado al punto en el que la oferta y la demanda, como las tarifas dinámicas de los servicios de taxis, los movilizan y aceleran a ellos de igual forma.
Si algo se vende, implica que la producción debe ser mayor para satisfacer las necesidades de los compradores, lo cual complica el proceso creativo que forzosamente implica tiempo, tanto en la realización como en el concepto o la imaginación.
Grayson Perry dice que "Si todos pasáramos más tiempo pensando, haciendo y viendo, tal vez menos arte malo sería hecho, mostrado y visto.” Esto mismo aplica a los artistas, ya que no se les puede culpar de la realización si la presión es mayor.
Cuando se habla del Slow Art se pone en tela de juicio el hecho de si una obra por sí sola logrará conmovernos o si es necesario tener un contexto histórico que la avale, como algunos críticos creen.
Muchos encuentran que la solución es buscar que el visitante tenga una experiencia sensorial y emocional; mientras que los expertos sean los que se adentren en el aspecto conceptual de la obra.
En lo personal, me gusta contemplar arte, a la vez comprender el contexto en el que se inserta. Soy de las partidarias de la idea de que el arte es un reflejo directo de la sociedad, por tanto, una obra no puede simplemente extirparse del espacio-tiempo en el que fue creada.
Pensemos en los libros del Marqués de Sade, sin un contexto y un entendimiento de la filosofía con la que fueron escritos, podrían catalogarse simple y llanamente como textos morbosos. Ahora, es cierto que las obras pictóricas son visuales, lo que puede permitir que su entendimiento y su disfrute no implique un contexto, pero es también cierto que un contexto enriquece la obra o, de menos la experiencia personal del espectador, al significante.
Tal vez sin un contexto la Mona Lisa no sería lo que es ahora.
Al final, creo que la discusión no debería estar sostenida solo sobre el cómo disfrutar una obra de arte, sino en el hacerlo, lo cual es claramente un problema en esta época de aceleración exacerbada.
Así que la próxima vez que vayas a un museo, tómate el tiempo de contemplar las obras de la exposición. Procura ir con más tiempo para que no tengas excusas para no apreciar las obras de arte.
Es una experiencia totalmente distinta descubrir y dejarse impregnar por una obra.
FOTO: Adobe Stock
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16 enero 2019