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Camp: el mal gusto como tendencia

03 mayo 2019

Camp: el mal gusto como tendencia

La gala previa a la apertura de la exposición anual en el Museo Metropolitano de Arte es uno de los eventos más importantes en el mundo de la moda, y es que la alfombra roja se engalana con los cientos de famosos que se rompen la cabeza para robarse la noche con sus atuendos.

Este 2019, la temática promete superar la Met Gala de 2018, la cual fue “Cuerpos celestiales: Moda y la imaginación católica”, una exposición sobre la moda y el catolicismo. Así pues, pudimos ver a Katy Perry como un ángel y a Rihanna como una papisa.

 

 

Esto ya parecía insuperable, pero los curadores de la exposición decidieron ir más allá con “Camp: Notes on Fashion”.

 

 

A pesar de que quería escribir sobre lo camp, ya que tenía nociones gracias a un par de clases en la universidad, no lograba dimensionar y separarlo de lo kitsch.

 

La exageración de Sánchez-Kane

El 27 de abril fue el desfile de otoño-invierno de la diseñadora mexicana Bárbara Sánchez-Kane, titulado “Las puertas al sentimentalismo. Les mentiría si les dijera que sabía qué iba a ver, hasta antes de que me invitaran ni siquiera sabía de la existencia de esta diseñadora mexicana.

Tardé en ubicar el edificio en la Santa María la Ribera, el cual resultó estar en obra negra. Todo lleno de polvo, varillas sueltas y las paredes desnudas de concreto era el color que predominaba; con columnas envueltas en aluminio, las cuales estaban coronadas por hojas de palmera hechas del mismo material. Había hielos colgados del techo y los asistentes estaban vestidos tan extravagante que parecía que iban a desfilar, y que pronto eso se volvería un happening.

Al estar ahí me enteré que su trabajo estaba centrado en lo mexicano, y que su formación había sido como artista visual, además que es amante del performance, como la primera parte del desfile me lo confirmó.

Su pareja salió con un vestido gigante de tul color azul claro y blanco, y cantó el clásico bolero “Toda una vida; detrás de ella salió Bárbara Sánchez-Kane con un overol del mismo azul, una gorra negra y un pica hielo.

Esto fue la introducción al inicio del desfile, el cual fue amenizado por un grupo de banda, los cuales usaban trajes Sánchez-Kane.

Los modelos eran de rasgos mexicanos, no todos eran jóvenes, y obviamente su belleza no era europea. La ropa era una demostración del absurdo, tanto en colores, como en forma, como una gabardina que a los lados tiene otros dos cuellos de gabardina, o sacos con rosas hechas de la misma tela en el pecho. Todos los modelos iban en tacones con peluche y llevaban uñas postizas.

Después del desfile, podías subir a conocer el edificio, donde había instalaciones de Sánchez-Kane, con tu coctel de gin o una Victoria bien fría, caminabas entre el polvo del edificio en construcción y arriesgabas la vida en unas escaleras hechizas de madera, que aún olía a petróleo.

Al salir, parecía que el mundo normal era lo irreal.

Después de regresar a diversos textos, como el ya conocido “Notas sobre lo camp” de Susan Sontag, y retomar la definición de Adorno sobre lo kitsch, “una falsa conciencia estética”, pude comprender más cabalmente qué era lo camp y lo curioso que es que, tal vez sin pretenderlo, Sánchez-Kane volvió camp el kitsch que crece en las venas mexicanas.

 

¿Qué es lo “camp” y lo “kitsch”?

Como bien dice Sontag, hablar de lo camp es traicionarlo, es tratar de intelectualizar algo que carece de contenido, es sólo estilo. El mejor ejemplo actual es Gucci y sus videos raros, sin sentido, que son estilizados y armónicos.

 

 

Como un grupo de personas haciendo cosas aleatorias y mundanas, en el Partenón en Grecia (aunque esto a veces roza con lo kitsch, y la definición de “inadecuación estética), o Harry Styles caminando con lo que parece una bata por los suburbios de Londres con una gallina bajo el brazo.

 

 

El absurdo como forma estética, sin más afán que mostrar a gente bonita en situaciones raras, ataviados de ropa carísima, definitivamente no es la definición de elegancia (como lo puede ser Chanel).

Ahora, en este sentido y en este tipo de camp europeo, es cierta la afirmación de Sontag al decir que esta sensibilidad es “apolítica”. Pero esto no aplica a Latinoamérica.

 

El camp latinoamericano

El camp latinoamericano tuvo su explosión en sectores marginados, que utilizaron el amor por el artificio y la exageración como identidad.

Por ejemplo, las obras literarias de Manuel Puig, como El beso de la mujer araña (1976) la cual retrata la vida de dos presos, uno de ellos porque fue encontrado con un chico menor de edad y el otro por comunista. En esta novela narrada en diálogos, estos hombres pasan sus noches recordando películas kitsch del momento. Una versión contemporánea de Las mil y una noches, pero con películas de Hollywood.

Otro gran exponente fue el poeta chileno Pedro Lemebel, quien es más recordado por sus performances que retomaban la marginalidad a la que era obligado por su orientación sexual. Es más que conocido por la vez que llegó a dar un discurso/poema “Manifiesto (Hablo por mi diferencia) al Partido Comunista de Chile, entaconado y maquillado con el mazo y la oz.

Además de la temática y la orientación sexual que conecta a estos dos artistas mencionados, el camp fue su manera de expresar su diferencia e incomodidad con la sociedad. La exuberancia del Orgullo Gay que recorre las calles mexicanas, es la forma de gritar visibilidad, las dragas que caminan por el Centro, son sólo formas de camp en nuestra actualidad.

Así pues, aquí en Latinoamérica el camp es una herramienta política que se ha utilizado desde que comenzó a explotar en los círculos culturales. Lo cierto es que el antepasado del kitsch y el camp fue el barroco, los manieristas, el rococó, en pocas palabras, el arte que estaba en boga en Europa cuando la conquista estaba consolidándose.

Por lo que podríamos teorizar que desde el inicio el mal gusto, la exageración y el artificio fue nuestra definición estética. Lo que resultó en que la cultura popular mexicana es inherentemente kitsch.

Los colores chirriantes, la rosca de reyes más grande del mundo, los Quinceaños, las fiestas de pueblo, Yo-Yo Ma en el Monumento a la Revolución, las botas tribaleras, las buchonas, los mirreyes, Juan Gabriel, la Rosa de Guadalupe, los boleros, el Lago de los Cisnes en el lago de Chapultepec, el macho mexicano, las peregrinaciones, Jenny Rivera, playas en la ciudad, los pachucos, el rosa mexicano, el color de las casas en Guanajuato y un infinito etcétera.

México vive en una realidad kitsch.

Lo que decanta en exponentes como Bárbara Sánchez-Kane que politizan y subvierten el kitsch mexicano para confrontar y politizar desde el feminismo una de las columnas del mexicano, la concepción y límites entre lo femenino y lo masculino. Sus “machos sentimentales” son un producto camp.

Una de las afirmaciones de Sontag dicta que el camp es marginal y andrógino, dos adjetivos con los que definiría el desfile “Las puertas al sentimentalismo”.

 

 

El presente es camp

Así pues, el camp está dominando el mundo, la sensibilidad que convierte lo serio en frívolo, como el video de “Apeshit” de The Carters (Beyoncé y Jay-Z). O El mal querer (2018) de Rosalía, quien vuelve un texto que sólo era acudido por investigadores, en un LP de estilo pop y urban, con mezclas de flamenco, un estilo musical que también es elitista.

 

 

En definitiva, la Met Gala de 2019 será muy interesante, recuperará una concepción del siglo XX que nuevamente vuelve a ser tendencia. Aunque si lo vemos bien, ¿la Met Gala no es en esencia Camp? Tal vez este 2019, sólo veremos a este evento reconociéndose en el espejo.

 

FOTO: Rihanna Met Gala 2017 (Danilo Lauria [CC BY-SA 3.0]
FOTO encabezado: Eneas De Troya from Mexico City, México [CC BY 2.0]
Escrita por:

Nora Morales

03 mayo 2019

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