ART

Hablemos de “Chicuarotes”

19 junio 2019

Hablemos de “Chicuarotes”

México es un país de contrastes, no sólo al hablar de las realidades de la frontera norte y la frontera sur, sino al hablar de una misma ciudad.

Las periferias siempre han sido muestra de la precariedad de nuestro país, muchos cineastas y escritores han puesto su mirada en las periferias nórdicas de la CDMX, pero no en el sur, aunque ahí se asientan comunidades indígenas que se niegan a desaparecer, o pueblos regidos por caciques que toman justicia por su propia mano.

En el sur de la Ciudad de México se desarrolla la historia de Chicuarotes, más específicamente en San Gregorio Atlapulco, esta comunidad que estuvo en el ojo mediático después del terremoto de 19 de septiembre de 2017, al ser una de las más dañadas por el siniestro.

A pesar de que miles de manos llegaron a ayudar a San Gregorio, no quedó impregnada en el imaginario citadino como lo ha hecho Iztapalapa o Neza, por lo que suena más que innovador que sea en este lugar donde la mirada de Gael García Bernal se haya posado para rodar su segunda película como director.

 

 

Chicuarotes trata acerca del Cagalera y el Moloteco, dos chicos que buscan desesperadamente salir de la situación y de su pueblo natal. La travesía inicia cuando un amigo de ellos les habla de la posibilidad de comprar una plaza en el sindicato de electricistas, para lo cual idean distintas formas de juntar el dinero y poderse ir junto con Sugehili, la novia del Cagalera. Esto los lleva por una aventura juvenil que desemboca en un tornado del mundo criminal.

Su estreno en salas mexicanas es el 27 de junio 

 

Gael García Bernal ha pisado más de una vez el Festival de Cannes, pero esta es la primera vez que lo hace detrás de la cámara para contar la historia de dos amigos, el Cagalera (Benny Emmanuel) y el Moloteco (Gabriel Carbajal), quienes son originarios de San Gregorio, una comunidad de Xochimilco y buscan cualquier forma de salir de esa situación.

La presentación de estos amigos es encima de un camión que va rumbo a Coapa, los dos disfrazados de payasitos se disponen a hacer una rutina malísima de chistes, después de no recibir un centavo, asaltan el camión y huyen victoriosos.

La película comienza ligera, con mucho humor negro y presentando las aspiraciones del Cagalera, nuestro personaje principal. El problema no empieza en el planteamiento, sino en el desarrollo, el cual, progresivamente va dejando las características únicas para hundirse en el cliché.

En tan sólo 95 minutos, Gael García y el guionista Augusto Mendoza, intentan explorar un abanico tan gigante de temas que inevitablemente termina por caer en lo más fácil.

Desde la falta de oportunidades para los jóvenes, la violencia familiar, la homosexualidad, el machismo, el poder de los capos, el pueblo haciendo justicia por su propia mano, el caciquismo, el secuestro infantil, la corrupción, la amistad, el amor adolescente, e incluso guiños sobre la contaminación ambiental.

No es de sorprender que muchos de los personajes se queden a mitad del camino, sin ningún tipo de resolución o una verdadera participación en la trama principal más allá de formar parte de la abigarrada escenografía.

En este camino, incluso se queda el que nos presentaron como uno de los personajes principales, el Moloteco. Del cual no llegamos a saber casi nada, más allá de que sigue al Cagalera en todo lo que hace y tiene un desenlace más que forzado.

La primera parte de la cinta fluye de forma interesante, pero cuando el Cagalera cruza el punto de no retorno, toda la trama y los personajes comienzan a avanzar a trompicones, hasta un desenlace melodramático y forzado, en el que se ve involucrada un intento de violación gratuita.

Aunque de por sí, el planteamiento parece recuperado de la película que llevó a la fama a Gael García, Amores perros (2000), y de un centenar más de películas que plantean a jóvenes mexicanos que al verse sin oportunidades recurren a la ilegalidad, la idea de contextualizar la historia en un lugar poco explorado promete más de lo que da.

Da saltos interesantes, pero por más que lo intenta cada personaje se queda en lo profundo que puede ser un cliché, un padre alcohólico abusivo que golpea a su esposa cada que puede; la esposa es una mujer abnegada hasta que toca a su hijo favorito y recurre a un final trágico; el hermano gay en el clóset porque es una sociedad machista; la hija bajo el falo del hermano favorito de la madre, sin posibilidad de tener siquiera novio.

En general es una película muy inconsistente, que al tratar de abarcar tanto, termina por no explorar propiamente ningún tema.

Detalles simbólicos como el hecho de que Sugheili (Leidi Gutiérrez), la novia del Cagalera, tenga por mascotas axolotes, estos anfibios autóctonos de Xochimilco que pueden regenerarse, haciendo una analogía con los dos personajes principales, terminan por perderse dentro del canal sucio de San Gregorio. Así como los personajes y una historia que no termina por decir algo nuevo.

Es una película entretenida, porque te engancha con una primera parte interesante, y terminas por querer saber en qué termina. Así como un par de gags entretenidos que realmente te hacen reir.

Hollywood Reporter declara: “Bernal es un excelente actor que también ha participado en algunos proyectos importantes como productor. Tal vez no necesita ser un director”, una aseveración que está lejos de ser errónea.

Escrita por:

Nora Morales

19 junio 2019

Compártelo en tus redes: